La noción de posmodernidad, históricamente, surgió en el mundo hispano en los años treinta del siglo XX, una generación antes de su aparición en Inglaterra y Estados Unidos. Se le atribuye a Friedrich Onis la introducción de este término, el cual lo empleaba para descubrir un reflujo conservador dentro del modernismo en el arte, posteriormente el término se hizo extensivo a otras áreas de la cultura como la filosofía.
La posmodernidad entraña una desconfianza, un desencanto de la modernidad con todos sus principios, sus ideales y sus utopías. El desarrollo de las ciencias y las técnicas no pueden pretender ya más hacer progresar la humanidad, la barbarie no ha cedido el paso ante una civilizacion que parece, al contrario, segregar, a medida que avanza, formas de barbarie desconocidas y desiguales, nos encontramos en la "era del vacío".
Esta, pone en tela de juicio los postulados de la modernidad. Se cuestiona la idea del progreso, ya no es posible hablar de la historia de manera lineal, como un proceso unitario con un centro fijo (eurocentrismo). No hay una historia única, hay solo imágenes del pasado propuestas desde diversos puntos de vista; es ilusorio pensar que hay un solo punto de vista supremo, comprensivo, capaz de unificar todos los hechos. Se rompe, pues, con ese mundo ordenado por la razón con que soñaron los ilustrados.
El todo es una ficción abstracta, lo único verdadero son las partes. No hay lazos comunes ni verdades objetivas y universales válidas para todo el mundo, sino únicamente la perspectiva individual de cada sujeto. El discurso posmodernista significa, en última instancia, una vuelta al escepticismo de Pirrón en la versión pequeño-burguesa de la sociedad tardo capitalista.
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